Y lo que por Moisés se cuenta que fue profetizado por el patriarca Jacob: Lavará en vino su vestido y en la sangre de la uva su túnica (Gén 49.11), mostraba que en su sangre tenían que ser lavados los que han creído en él. Porque el Espíritu santo llamó su vestido a los que por Él han recibido la remisión de los pecados, en los que siempre está presente en potencia, pero realmente estará presente en su segunda parusía. Al decir la expresión la sangre de la uva daba a entender por el artificio que el Cristo tiene sangre, pero no de esperma de hombre (οὐκ ἐξ ἀνθρώπου σπέρματος), sino de la potencia de Dios. Porque de la forma que la sangre de la vid no la engendró el hombre, así también la sangre de Cristo no sería de generación humana, sino de la potencia de Dios indicada de antemano. Esta profecía, oh varones, que he dicho, demuestra que no es el Cristo hombre que viene de los hombres, engendrado según lo común de los hombres.
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Acerca de su sangre, como antes dije, Moisés dijo, hablando en parábola, que en la sangre de la uva su vestido ha de lavar, porque su sangre no es engendrada de esperma humano (οὐκ ἐξ ἀνθρωπείου σπέρματος γεγεννημένου), sino de voluntad de Dios.
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Por tanto, conviniendo esto vosotros verdaderamente, la frase que dice Su nacimiento ¿quien lo narrará?, ¿no debéis entender ya que no es un nacimiento de esperma de hombre (οὐκ ἐστι γένους ἀνθρώπου σπέρμα)?
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En efecto, si en tantas formas sabemos que se apareció este Dios a Abrahán y a Jacob y a Moisés, ¿cómo dudamos y no creemos que, según la voluntad del Padre del universo, Él pudiera ser engendrado hombre por una virgen, y esto teniendo tantas Escrituras por las que puede entenderse claramente que esto así sucedió, según la voluntad del Padre?
Porque cuando Daniel llama como hijo de hombre al que recibe el reino eterno, ¿no dice enigmáticamente eso mismo? Porque al decir como hijo de hombre declara que apareció y nació hombre, pero demuestra que no proviene de esperma humano (οὐκ ἐξ ἀνθρωπίνου δὲ σπέρματος ὐπάρχοντα). Y al llamarlo piedra cortada sin manos, está gritando lo mismo misteriosamente. Porque al decir que fue cortado sin manos demuestra que no es obra humana, sino de la voluntad de Dios Padre del universo que lo proyectó. Y al decir Isaías Su nacimiento, ¿quién lo narrará? demuestra que tiene un nacimiento inenarrable. Porque nadie, siendo hombre que viene de los hombres, tiene un nacimiento inenarrable.
Porque cuando Daniel llama como hijo de hombre al que recibe el reino eterno, ¿no dice enigmáticamente eso mismo? Porque al decir como hijo de hombre declara que apareció y nació hombre, pero demuestra que no proviene de esperma humano (οὐκ ἐξ ἀνθρωπίνου δὲ σπέρματος ὐπάρχοντα). Y al llamarlo piedra cortada sin manos, está gritando lo mismo misteriosamente. Porque al decir que fue cortado sin manos demuestra que no es obra humana, sino de la voluntad de Dios Padre del universo que lo proyectó. Y al decir Isaías Su nacimiento, ¿quién lo narrará? demuestra que tiene un nacimiento inenarrable. Porque nadie, siendo hombre que viene de los hombres, tiene un nacimiento inenarrable.
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El nacimiento virginal es la más explícita declaración de la ficción del Hijo de Dios. Fue un dogma principal de toda la Iglesia, y se halla explícitamente formulado no solo en los evangelios, sino en todos los Padres, incluso en aquellos que del modo más recalcicantre y estúpido sostenían que fue un hombre real de carne y hueso. El hombre de la antigüedad no tenía ni la más remota idea de células, ni de óvulos ni de espermatozoides, y sus ideas acerca de la fecundación no iban más allá de primitivos y rudimentarios esquemas, de fantasías y prejuicios irracionales. Los cristianos creían sin la más mínima duda que el Falo cósmico, al que ellos llamaban Padre celestial, como un alfarero, había formado realmente al primer hombre a partir de barro o arcilla. El segundo Adán sería formado de un modo igual de ficticio (San Ireneo, Adversus haereses, III, 21/22, V, 15/16).
Presento aquí reunidos, en traducción propia, los textos del Diálogo con Trifón donde san Justino expone con claridad meridiana tan sublime, embarazosa y estéril fantasía.
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_______________________Presento aquí reunidos, en traducción propia, los textos del Diálogo con Trifón donde san Justino expone con claridad meridiana tan sublime, embarazosa y estéril fantasía.
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Ídolos itifálicos precolombinos: en el Museo Nacional BCE, Quito, Sex Museum, Amsterdam, y Museo de la Nación, Lima.
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