El nombre Nazaret o el supuesto gentilicio nazareno —términos usados 12 y 18 veces, respectivamente, en los evangelios y Hechos— no se emplean ni una sola vez en las epístolas. El gentilicio nazareno se aplica a Jesús incluso ya resucitado (Jesús mismo se autodenomina con él dirigiéndose al ficticio Pablo, y éste también usa, en Hechos, el nombre de Jesús el nazareno. Mc 16.6, Lc 24.19; Hechos, 2.22; 3.6; 4.10; 22.8; 26.9), por lo que ninguna hipótesis historicista puede explicar que este término nunca se emplee en toda la extensión de las epístolas, es decir, en más de 1/3 del Nuevo Testamento, sobre todo teniendo en cuenta que el autor (o autores) de las epístolas menciona el nombre de numerosas ciudades y regiones, e incluso sus gentilicios,1 y sin embargo, ignora por completo que existiera un Jesús de Nazaret o nazareno, lo que hasta las criadas, los soldados, los ángeles y los demonios sabían.2 El autor de las epístolas paulinas, de quien se dice que desde su juventud había pasado toda su vida en Jerusalén (Hechos, 26.4), no se había enterado del apodo con el que era conocido Jesús. Quien había crucificado la carne, el mundo y el viejo hombre (Gál 5.24; 6.14; Ro 6.6), aunque no sabemos en qué lugar simbólico ni en qué cruces inmateriales, y quien predicaba la cruz de Cristo con tanto ahínco (1Co 1.17; Fil 3.18), nunca leyó el letrero trilingüe que Pilato puso en la cruz, y que, sin embargo, leyeron muchos de los judíos (Jn 19.20). ¿Dónde estaba cuando crucificaron al Semen de Dios, en el tercer cielo (2Co 12.2)?
Rastreando la palabra nazareno en los textos, debido a la inexplicable ausencia de la misma en las epístolas, me llamó la atención una curiosa peculiaridad que presenta el evangelio de Marcos respecto a los demás.
La palabra nazareno que se lee en las traducciones al uso es la traducción de dos palabras distintas que se piensa que son sinónimas: ναζαρηνός y ναζωραῖος, que transcribo nazarēnos y nazōraios para facilitar su lectura y distinguirlas mejor.
En el evangelio de Marcos la palabra nazarēnos aparece en cuatro casos: ναζαρηνέ (1.24), ναζαρηνός (10.47), ναζαρηνοῦ (14.67), y ναζαρηνὸν (16.6). Fuera de Marcos, solo aparece una vez más en Lucas 4.34, en un pasaje donde copia literalmente a Marcos 1.24, y también en Lucas 24.19, pero este caso es muy dudoso, pues unos códices, entre ellos el Codex Vaticanus y el Codex Sinaiticus, traen nazarēnoū, pero otros traen nazōraiou, entre ellos el Codex Alexandrinus y el Codex Bezae, como se ve en la fotografía de los mismos, donde he subrayado la palabra nazōraiou.
Arriba, el pasaje 24.19 del evangelio de Lucas en el Codex Alexandrinus, y abajo, en el Codex Bezae, donde se lee la palabra nazōraiou.
Sin contar este último caso, la palabra nazōraios aparece en los evangelios y en Hechos en doce casos, la mitad de los mismos en Hechos: ναζωραῖος (Mt 2.23; Lc 18.27; Jn 19.19; He 6.14; 22.8) ναζωραῖον (Jn 18.5,7; He 2.22), y ναζωραίου (Mt 26.71; He 3.6; 4.10; 26.9). Pero nunca aparece en Marcos. Esto me pareció muy extraño.
Como todo el mundo sabe, Nazaret no se menciona como ciudad en ninguno de los libros del Antiguo Testamento, como son mencionadas Jericó o Sidón, pero los evangelistas se refieren explícitamente a una ciudad llamada Nazaret, y cuando ellos hablan de ciudad se referían a un poblado de muchos habitantes y no a una aldea de pocas casas. La ciudad donde los evangelistas ubicaban en su fantasía al Hijo de Dios no era una simple aldea. El autor de Lucas habla de una ciudad, visitada por el ángel Gabriel (un dato histórico que él mismo comprobó en algún libro de firmas) cuyo nombre es Nazaret (εἰς πόλιν..., ᾗ ὄνομα Ναζαρὲτ, Lc 1.26) y de una aldea cuyo nombre es Emmaús (εἰς κώμην..., ᾗ ὄνομα Ἐμμαοῦς, Lc 24.13,28). Ellos distinguían perfectamente entre una aldea (κώμη) y una ciudad (πόλις). Así, siempre se refieren a Jerusalén con el nombre de ciudad,3 pero nunca, de las doce veces que aparece el nombre de Nazaret en los evangelios y Hechos se dice que sea una aldea, y en cuatro casos se dice explícitamente que es una ciudad (πόλις, Mt 2.23; Lc 1.16; 2.4;39); por cierto, todos ellos en los relatos de la infancia, que, como se sabe (Wellhausen), fueron añadidos posteriores, como lo demuestra simplemente el corte brusco y el gran salto que hay, tanto en Mateo como en Lucas, hasta el bautismo de Jesús, y que ambos continúen en el mismo punto donde comienza Marcos.
Tanto si Nazaret era para ellos una ciudad como una simple aldea, la palabra nazarēnos sería un gentilicio. Es posible que para los autores de Mateo y de Lucas fuera un ficticio gentilicio, un gentilicio que ellos se inventaron, pero para el autor de Marcos todavía no era un gentilicio. La palabra nazarēnos no significa, al menos en Marcos, de Nazaret, como universalmente se piensa, sino otra cosa.
La pregunta es la siguiente: ¿por qué se cambió de la forma nazarēnos, que es la única que conoce el autor de Marcos, a la forma tan distinta nazōraios, que es la única que conoce el autor de Hechos? Algún motivo tuvo que haber. Si la palabra nazōraios existiera en algún tipo de tradición literaria anterior a la redacción de Marcos no hay ninguna razón por la que su autor no la usara, puesto que en los otros tres evangelios y en los Hechos se usa con preferencia; y si tuviera el mismo significado que nazarēnos tampoco hay ninguna razón que explique la sustitución o el cambio completo a la otra forma, puesto que Marcos es el primer evangelio al que copian los demás, y en él la palabra nazarēnos se utiliza más veces que su sinónima nazōraios en cada uno de los otros evangelios. Por tanto, algo debió de pasar en el transcurso del tiempo que va desde la redacción de Marcos a la de los otros evangelios y de los Hechos. Tuvo que haber un cambio semántico para que la forma nazōraios prevaleciera sobre la de Marcos y que la forma nueva suplantara a la más antigua. Es decir, la palabra tenía originalmente un significado que no era el que tuvo después. Pero ¿cual? La respuesta está en Mateo, cuyo autor se inventa una etimología ficticia a partir del significado que la palabra nazarēnos tenía en Marcos, y según el cual José, después de su ficticia estancia en Egipto, viniendo se estableció en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que había de ser llamado nazōraios (ναζωραῖος, Mt 2.23).
Desde luego, el autor de Mateo era consciente de que estaba mintiendo y escribiendo desde la ficción, y no describiendo una realidad, pues él no podía ser tan estúpido como para hacer derivar la palabra nazōraios de una ciudad que no es mencionada por ninguno de los profetas, y si nazōraios fuera un gentilicio verdadero difícilmente se podía cumplir lo que fue dicho por los profetas, si el nombre de la ciudad de Nazaret no existe en los libros del Antiguo Testamento. Apremiados por la necesidad de dar consistencia histórica al Hijo de Dios, los cristianos se inventaron el nombre de la ciudad donde vivió, y convirtieron el Jesús nazarēnos de Marcos en un gentilicio, resultando Jesús nazōraios, equivalente al Jesús de Nazaret que aparece en Hechos 10.8, el libro que más utiliza la palabra nazōraios aplicada a Jesús (6 veces). El autor de Mateo mezcló o enlazó adrede y de modo arbitrario el significado original que tenía la palabra nazarēnos en Marcos —que no tenía ningún sentido urbano— con el nombre recién inventado de la ciudad, y él mismo nos dice cuál era ese significado cuando señala hacia los profetas, pues solo podía referirse al voto de nazareo, establecido efectivamente en los libros de los profetas (Nm 6), aunque es posible que también se refiera a otra cosa, como más adelante explicaré. En la Septuaginta se translitera con la palabra ναζιρ o ναζιραῖος o simplemente se traduce ἅγιος el término hebreo que significa consagrado o santificado, mientras que la Vulgata lo hace con la palabra nazaræus, id est, consecratus Deo, nazareo, es decir, consagrado a Dios (Jue 16.17).Tanto si Nazaret era para ellos una ciudad como una simple aldea, la palabra nazarēnos sería un gentilicio. Es posible que para los autores de Mateo y de Lucas fuera un ficticio gentilicio, un gentilicio que ellos se inventaron, pero para el autor de Marcos todavía no era un gentilicio. La palabra nazarēnos no significa, al menos en Marcos, de Nazaret, como universalmente se piensa, sino otra cosa.
La pregunta es la siguiente: ¿por qué se cambió de la forma nazarēnos, que es la única que conoce el autor de Marcos, a la forma tan distinta nazōraios, que es la única que conoce el autor de Hechos? Algún motivo tuvo que haber. Si la palabra nazōraios existiera en algún tipo de tradición literaria anterior a la redacción de Marcos no hay ninguna razón por la que su autor no la usara, puesto que en los otros tres evangelios y en los Hechos se usa con preferencia; y si tuviera el mismo significado que nazarēnos tampoco hay ninguna razón que explique la sustitución o el cambio completo a la otra forma, puesto que Marcos es el primer evangelio al que copian los demás, y en él la palabra nazarēnos se utiliza más veces que su sinónima nazōraios en cada uno de los otros evangelios. Por tanto, algo debió de pasar en el transcurso del tiempo que va desde la redacción de Marcos a la de los otros evangelios y de los Hechos. Tuvo que haber un cambio semántico para que la forma nazōraios prevaleciera sobre la de Marcos y que la forma nueva suplantara a la más antigua. Es decir, la palabra tenía originalmente un significado que no era el que tuvo después. Pero ¿cual? La respuesta está en Mateo, cuyo autor se inventa una etimología ficticia a partir del significado que la palabra nazarēnos tenía en Marcos, y según el cual José, después de su ficticia estancia en Egipto, viniendo se estableció en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que había de ser llamado nazōraios (ναζωραῖος, Mt 2.23).
Las profecías —en plural— a las que se refería el autor de Mateo, o lo que él y sus correligionarios imaginaron que eran profecías, apuntan hacia Jueces 13, donde la madre de Sansón, al igual que la madre del Hijo de Dios, recibe la visita de un ángel ginecólogo que le dice dos veces exactamente lo mismo que a María, pues los ángeles eran muy copiones:
καὶ ἰδοὺ συλλήμψῃ ἐν γαστρὶ καὶ τέξῃ υἱόν (Lc 1.31).
y he aquí concebirás en el vientre y parirás un hijo.
καὶ συλλήμψῃ υἱόν (Jue 13.3, B)
y concebirás un hijo
ὅτι ἰδοὺ σὺ ἐν γαστρὶ ἕξεις καὶ τέξῃ υἱόν (Jue 13.5,7, A, B)
pues he aquí que tú tendrás en el vientre y parirás un hijo, y no subirá navaja sobre su cabeza,
ὅτι ἡγιασμένον ναζιραῖον ἔσται τῷ θεῷ τὸ παιδάριον ἐκ τῆς γαστρός (A)
porque nazireo consagrado a Dios será el niñito desde el vientre,
ὅτι ναζιρ θεοῦ ἔσται τὸ παιδάριον ἀπὸ τῆς κοιλίας (B)
porque nazir de Dios será el niñito desde el vientre
erit enim nazaræus Dei ab infantia sua et ex matris utero,
porque será nazareo de Dios desde la infancia y desde el útero de la madre,
y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos.
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ὅτι ναζιραῖος θεοῦ ἐγώ εἰμι ἐκ κοιλίας μητρός μου ( Jue 16.17, A)
porque yo soy nazireo de Dios desde el vientre de mi madre.
ὅτι ἅγιος θεοῦ ἐγώ εἰμι ἀπὸ κοιλίας μητρός μου (B)
porque yo soy santo de Dios desde el vientre de mi madre.
quia nazaræus, id est, consecratus Deo, sum de utero matris meæ.ὅτι ἅγιος θεοῦ ἐγώ εἰμι ἀπὸ κοιλίας μητρός μου (B)
porque yo soy santo de Dios desde el vientre de mi madre.
porque nazareo, esto es, consagrado a Dios, soy desde el útero de mi madre.
El hecho de que el autor de Lucas, como hace también el de Mateo, introduzca un ángel en la escena para explicar el asunto del embarazo divino, como ocurre en Jueces 13, y que copie literalmente las palabras del ángel parlanchín —que previamente le ha dicho a Zacarías 4 que su hijo no beberá vino ni sidra, Lc 1.15—, y que hable de lo santo engendrado (τὸ γεννώμενον ἅγιον), y que santo es su nombre (ἅγιον τὸ ὄνομα αὐτοῦ, Lc 1.35,49), significa que también él conocía el significado propio de nazarēnos y era consciente de la ficticia etimología toponímica de nazōraios que se estaba inventando.
Así pues, un nazareo era un santo de Dios, y Sansón se llama a sí mismo en la traducción de la Septuaginta santo de Dios, que es exactamente como el autor de Marcos llama a Jesús. Solo más tarde, cuando los autores de Mateo y Lucas le inventaron un nacimiento terrenal, tuvieron en cuenta aquello de desde el vientre de mi madre, para resaltar la pureza divina y la santidad del que nació en un vientre (εν γαστρι, Mt 1.18,23; Lc 1.31).
Puesto que ya desde Filón, y más tarde en la epístola a los Hebreos, el Hijo de Dios era visto como sumo sacerdote (pero un sacerdote celestial, no terrenal, es decir, no de esta creación, ya que si estuviera sobre la tierra ni siquiera sería sacerdote, Heb 8.1,2,4; 9.11,24) y el sacerdote es santo,5 o está consagrado a su Dios (ἅγιός ἐστιν, Lv 21.6,7), a la hora de inventarse una historia terrenal, el autor de Marcos se imaginó al Hijo de Dios como un nazareo, pues también se dice que el nazareo será santo (ἅγιος ἔσται, Nm 6.5,8), y por esto el Demonio, que era más sabio que sus hijos, pues no lo conocieron (Lc 4.41, 19.44; Jn 8.44; 1Jn 3.10), le dice: Sé quien eres, el santo de Dios (ὁ ἅγιος τοῦ θεοῦ, Mc 1.24). En efecto, el Semen de Dios es santo en sí mismo (Jn 17.19), porque en él está la vida y todas las cosas han nacido del Semen divino (Jn 1.3,4; 1Jn 5.11), aunque muere y resucita, como todas las simientes (Jn 12.24, 1Co 15.36s), y solo él puede decirle a una mujer: parirás un hijo, paries filium.
Aunque Cristo tenía un origen celestial y no terrenal, a la hora de inventarse un nacimiento terrenal del Semen de Dios —cosa de la que no se había preocupado el autor de Marcos—, puesto que todo hombre tiene un nacimiento, y el nacimiento celestial 6 ya estaba inventado, cuando los autores de Mateo y Lucas transformaron el nacimiento celestial en uno terrenal, trasladando la ficción a la realidad, necesitaron exponer claramente la absoluta excepcionalidad de este nacimiento, y echaron mano al relato de Jueces 13; pero también era necesario inventarse un nombre para la ficticia ciudad donde vivió este hombre, y simplemente transformaron el Santo en Santilandia.
Sin embargo, al autor gnóstico de Juan, que habla explícitamente de un nacer de arriba (γεννηθῆναι ἄνωθεν, Jn 3.3,7), y que sabía perfectamente que Jesús no era de este mundo, sino de arriba, o del cielo (Jn 3.31; 8.23), la historia del ángel que trae la hormona del embarazo y de una ciudad de Galilea llamada Nazaret (Lc 1.26) le debió de parecer una fábula inaceptable (¿De Nazaret puede ser algo bueno? ¿De Galilea ha de venir el Cristo? Cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde es. Jn 1.46; 7.41,27), y despreciando estos relatos, colocó el nacimiento celestial al principio de su evangelio como un ataque contra cualquier posición historicista que interpretara la historia del Hijo de Dios como una historia real, afirmando explícitamente el origen celestial de Jesús (salí del Padre, es decir, del Falo cósmico, Jn 8.42; 16.27,28), y no de la tierra, es decir, no del útero de una mujer, porque el que es de la tierra, de la tierra es, pero el que viene de arriba está sobre todos (Jn 3.31).
En el evangelio de Felipe se utilizan conjuntamente las formas nazarēnos y nazōraios como sinónimas, pero no se relacionan con el nombre de una ciudad llamada Nazaret:
47. Los apóstoles antes de nosotros (le) llamaron así: Jesús, el nazōraios (ναζωραῖος), Mesías, es decir, Jesús, el nazōraios (ναζωραῖος), el Cristo. El último nombre es el Cristo, el primero es Jesús, el de en medio es el nazarēnos (ναζαρηνός). Mesías tiene un doble significado: el Ungido (χριστός), y el Medido. Jesús en hebreo es la redención. Nazara (ναζαρά) es la verdad (ἀλήθεια). El nazarēnos (ναζαρηνός) es, pues, la verdad (ἀλήθεια). El Cristo ha sido medido; el nazarēnos (ναζαρηνός) y Jesús son los que han sido medidos.
Página facsímil del evangelio de Felipe que contiene el parágrafo 47, donde he subrayado las palabras nazōraios, nazarēnos y nazara.
Al igual que el autor del evangelio de Felipe, los gnósticos daban a la palabra nazarēnos / nazaría el significado críptico de verdad (ἀληθείας). Según san Ireneo, realizan la mistagogía (μυσταγωγίαν, iniciación en los misterios) mediante conjuros, recitando ciertas oraciones en hebreo. Y otros, a su vez, expresan la redención [Ev. de Felipe = Jesús] así: El nombre, el que está oculto, de toda divinidad, y potestad, y verdad (ἀληθείας), el que se revistió de Jesús el nazarēnos (Ναζαρηνὸς) en las vidas de la luz de Cristo, del Cristo que vive por el Espíritu santo para la redención angelical. El nombre de la apocatástasis: Messía oufarèg namempsaimàn xaldaían mosomēdaéa akfranaì psaoúa, Jēsoū Nazaría (Ναζαρία). Y la interpretación de estas (palabras) es de esta manera: No divido el espíritu de Cristo, el corazón, y la potencia supercelestial, la compasión. Que me beneficie de tu nombre, Salvador de verdad (ἀληθείας). (Adversus haereses, 1.21.3).
Según Orígenes, el sentido propio del término nazōraios era santo, que para él era sinónimo de naziraios (nazareo). Comentando el discutido pasaje de Mateo 2.23 según el cual el Logos sería llamado nazōraios para que se cumpliera lo dicho por los profetas, afirma lo siguiente:
Esto no se encuentra dicho; pero si es igual a el santificado (ἡγιασμένῳ), muchos profetas llamaron a Cristo nazōraion (ναζωραῖον), esto es, santo (ἅγιον); porque es costumbre en la Escritura llamar nazōraios (ναζωραίους) a los santificados (ἡγιασμένους).7
Orígenes relaciona explícitamente el pasaje de Mateo 21.11 con el de Mateo 2.13, como si el significado toponímico se dedujera de forma natural del profético. Dice lo siguiente:
Y después de esto, a continuación se escribe que muchos decían: éste es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea, reconociendo al que había sido profetizado que sería llamado nazōraios, el que legítimamente está siempre dedicado a Dios.8
Aquí vemos de nuevo la cara de la mentira, pues la castrada de Alejandría sabía perfectamente que nadie reconoce a nadie mediante profecías, y mucho menos la gente del pueblo (ὄχλοι), hombres sin letras e ignorantes (Hechos, 4.13), porque las profecías y las cosas que estaban escritas acerca de él (Jn 1.45; 12.16; Lc 24.27) no se leían en la calle como si fueran edictos.
En el Lexicon nominum Hebraicorum, atribuido a Orígenes, y luego traducido por san Jerónimo, leemos lo siguiente:
Ναζειραῖος, ἅγιος, ἢ καθαρώτατος, ἢ ἐκ κοιλίας μητρός ἀφωρισμές θεοῦ (Vat. θεῷ)
Nazireo, santo, o muy puro, o separado 9 por Dios desde el vientre de la madre.
Nazaraenus, sanctus, sive purissimus, vel ex ventre matris separatus dei.
Nazareno, santo, o purísimo, o separado por Dios desde el vientre de la madre.
Ναζωραῖος, ἅγιος καὶ καθαρός.
Nazareno, santo y puro.
Nazoraeum, mundum, sanctum, sive sejunctum.
Nazareno, puro, santo, o separado.
La misma identidad entre nazaraeus y nazaraei (ναζιραῖοι) se encuentra en Tertuliano. Dejo los términos sin traducir para evitar malentendidos:
Nazaraeus tenía que llamarse el Cristo del Creador según la profecía; de donde por él y con el mismo nombre de nazaraei nos llaman los judíos, y porque somos aquellos de los que está escrito: Los nazaraei han sido hechos más blancos que la nieve (Lm 4.7), porque es evidente que antes estaban empalidecidos por las manchas del delito y ennegrecidos por las tinieblas de la ignorancia. Pero a Cristo le competía la denominación de nazaraei a causa del escondite de su infancia, por lo que descendió a Nazaret, evitando a Arquelao, hijo de Herodes (Adversus Marcionem, 4.8).
El término nazaraei al que Tertuliano se refiere es naziraioi (ναζιραῖοι) en la Septuaginta, pero al mismo tiempo lo consideraba como un gentilicio, saltando de uno al otro, como hace el autor de Mateo, por lo que estaba mintiendo expresamente, puesto que sabía que, según la profecía, secundum prophetiam, no existía ninguna conexión real entre Nazaret y nazaraei.
Al igual que Orígenes, también Eusebio establecía un puente ficticio entre el significado profético y el toponímico:
Pero también se dice que se crió en Nazarois (Ναζάροις, ?), y a su vez que fue llamado nazōraios (ναζωραῖος). En efecto, hay que saber que el nombre hebreo naziraion (ναζιραῖον) se lee en el Levítico sobre el ungüento (χρίσματος) del ungido (χριστοῦ) por ellos, y este era el príncipe, según la imagen del grande y principal sacerdote, del Ungido (Χριστοῦ) de Dios, que representa de un modo sombrío y típico a Cristo; respecto a los cuales ciertamente se dice en los Setenta sobre el principal sacerdote: y no profanará el santificado (ἡγιασμένον) de su Dios, porque el santo óleo ungido (ἅγιον ἔλαιον χριστὸν) de su Dios (Lv 21.12); el (texto) hebreo (dice): porque nazer óleo (ναζὲρ ἔλαιον) lo rodea; y Áquila: porque separado óleo del ungüento (ἀφόρισμα ἔλαιον ἀλείμματος) de su Dios está sobre él; y Símmaco: porque intacto óleo de la unción (ἄθικτον ἔλαιον τοῦ χρίσματος) de su Dios está sobre él, y Teodoción: porque el nazer óleo ungido (ναζὲρ ἔλαιον τὸν χριστὸν) de su Dios está sobre él.
De modo que nazer (ναζὲρ) según los Setenta es santo (ἅγιον), según Áquila separado, y según Símmaco intacto, así que por esto el nombre naziraion (ναζιραῖον) significa ciertamente el santo (τὸν ἅγιον) o el separado o el intacto. Pues bien, los antiguos sacerdotes ungidos con óleo preparado, llamado por Moisés nazer (ναζὲρ), por derivación de nazer (ναζὲρ) eran llamados naziraioi (ναζιραῖοι). Y nuestro Salvador y Señor, teniendo por naturaleza lo santo (ἅγιον) y lo intacto y lo separado, y no necesitando de unción (χρίσματος) humana, igualmente recibió entre los hombres la denominación de naziraoiu (ναζιραίου); no fue naziraios (ναζιραῖος) por el óleo llamado nazer (ναζὲρ), sino siendo tal por naturaleza, y también fue llamado entre los hombres naziraios (ναζιραῖος) por Nazaret (Ναζαρέθ), donde tuvo la crianza en la niñez con los padres según la carne. Por lo cual se dice en Mateo: pero avisado en sueños, está claro que José se retiró a la región de Galilea, y viniendo se estableció en una ciudad llamada Nazará (Ναζαρά). Porque era necesario que él, siendo a causa de toda su naturaleza y en verdad naziraion (ναζιραῖον), esto es, santo (ἅγιον) e intacto y separado de los hombres, fuera nombrado con esta denominación. Pero puesto que no recibió esta denominación del nazer (ναζὲρ) óleo, no teniendo necesidad de unción (χρίσματος) humana, adquirió el nombre del lugar de Nazaret (Ναζαρὲθ).10
Más de un siglo y medio después de Tertuliano y Orígenes, san Jerónimo repetía lo mismo y sostenía a la par los dos significados, el profético y el toponímico:
Nazareus se traduce santo, y toda la Escritura recuerda que el Señor había de ser santo...,
y vino a su ciudad... (Mt 9.1), su ciudad entendemos que no es otra que Nazaret, de donde es llamado nazareus.11
San Jerónimo estaba en la inopia, pues él tenía que saber que esta ciudad, según el evangelio de Marcos (Mc 2.1), no era Nazaret.
Ahora bien, si el término nazarēnos no tenía en Marcos un significado toponímico es probable que la única vez que se menciona a Nazaret en este evangelio (ἀπὸ Ναζαρὲτ τῆς Γαλιλαίας, Mc 1.9), al principio del mismo, fuera un añadido posterior, y que no figurara en el texto primero, como lo prueba el cotejo del mismo pasaje en Mateo (ἀπὸ τῆς Γαλιλαίας, Mt 3.13), copiado de Marcos, y donde la palabra no aparece. El pasaje de Marcos es idéntico al que aparece en Mateo 21.11, y si el autor de Mateo utiliza aquí la palabra Nazaret no es lógico que la suprimera en el pasaje de 3.13, si se hallaba en el texto de Marcos, al que copiaba. También se puede confirmar que la palabra Nazaret probablemente no estaba en el texto primero de Marcos contrastando este pasaje con otro distinto de Marcos (Mc 6.1) que es copiado tanto en Mateo como en Lucas (Mt 13.54; Lc 4.16). Ni en Marcos ni en Mateo aparece la palabra Nazaret, mientras que el autor de Lucas transforma el vino a su patria de ambos (εἰς τὴν πατρίδα αὐτοῦ ) en vino a Nazaret, εἰς τὴν Ναζαρέτ / Ναζαρά). Puesto que el autor de Mateo sigue más de cerca el texto de Marcos que el autor de Lucas, como se comprueba mediante una simple lectura, esto significa que en Marcos no figuraba la palabra Nazaret, y si el autor de Mateo copiaba en este pasaje literalmente a Marcos lo más seguro es que también hubiera copiado literalmente el pasaje de 3.13, es decir, la palabra Nazaret no estaba en el texto de Marcos que el autor de Mateo manejaba. Por tanto, el autor de Marcos todavía no sabía cómo se llamaría la ciudad donde nunca vivió el Hijo de Dios.
También es posible —y esto lo digo solo como una conjetura— que el cambio de la palabra nazarēnos a nazōraios se debiera a una composición, y que esta última sea una palabra compuesta de dos palabras distintas. Las palabras del Salmo 44 (o 45), que es citado en la epístola a los Hebreos, y donde se lee aquello de te ungió Dios (ἔχρισέν σε ὁ θεὸς), debieron golpear la cabeza del evangelista en el momento en que se estaba inventado la historia del Hijo de Dios, pues los cristianos las aplicaban a este (pero al Hijo, Heb 1.8), y el evangelista, tratando de ampliar el valor profético del término, o algo por el estilo, cambió la iota de la palabra naziraios (ναζιραῖος) por la omega de la palabra ōraios (ὡραῖος), que significa hermoso, dando como resultado ναζ + ὡραῖος, naz + ōraios. De Rebeca, Raquel, Judit, José, y Adonías se dice que eran hermosos (ὡραῖος),12 y ¿quién sería en su fantasía el más hermoso de los hijos de los hombres? Hermoso (ὡραῖος) con belleza en comparación con los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre (Sal 44.2). Algo parecido debió ocurrir con las palabras de Isaías 63, que el Apocalipsis aplica directamente al Logos de Dios (Ap 19.13). ¿Quien es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿éste hermoso (ὡραῖος) en su vestido que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar (Is 63.1).
Tratando de contrarrestar el ataque de Celso, Orígenes se defendía esgrimiendo explícitamente el Salmo 44. Celso, que centra toda su crítica sobre la afirmación de los evangelios de que Jesús era el Hijo de Dios, vio claramente el absurdo de presentar a un ser divino como un hombre normal y corriente, y escribía: Puesto que había un espíritu divino en su cuerpo, era necesario que esto lo distinguiera absolutamente de los otros por la grandeza o belleza o fuerza o voz o asombro o persuasión. Porque es imposible que quien posee algo más divino que los otros no se distinga en nada de otro; pero éste en nada se distinguía de otro, sino que, según dicen, era pequeño, feo y de baja condición.13 Y a continuación Orígenes contrapone el pasaje de Isaías 53 donde se escribe sobre lo feo que fue el cuerpo de Jesús,14 profetizando que él está presente a la mayoría no en hermosa (ὡραίῳ) forma, a lo que se dice en el salmo cuarenta y cuatro: Ciñe tu espada sobre tu muslo, poderoso, con tu hermosura (ὡραιότητί) y con tu belleza.
Según Orígenes, el sentido propio del término nazōraios era santo, que para él era sinónimo de naziraios (nazareo). Comentando el discutido pasaje de Mateo 2.23 según el cual el Logos sería llamado nazōraios para que se cumpliera lo dicho por los profetas, afirma lo siguiente:
Esto no se encuentra dicho; pero si es igual a el santificado (ἡγιασμένῳ), muchos profetas llamaron a Cristo nazōraion (ναζωραῖον), esto es, santo (ἅγιον); porque es costumbre en la Escritura llamar nazōraios (ναζωραίους) a los santificados (ἡγιασμένους).7
Orígenes relaciona explícitamente el pasaje de Mateo 21.11 con el de Mateo 2.13, como si el significado toponímico se dedujera de forma natural del profético. Dice lo siguiente:
Y después de esto, a continuación se escribe que muchos decían: éste es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea, reconociendo al que había sido profetizado que sería llamado nazōraios, el que legítimamente está siempre dedicado a Dios.8
Aquí vemos de nuevo la cara de la mentira, pues la castrada de Alejandría sabía perfectamente que nadie reconoce a nadie mediante profecías, y mucho menos la gente del pueblo (ὄχλοι), hombres sin letras e ignorantes (Hechos, 4.13), porque las profecías y las cosas que estaban escritas acerca de él (Jn 1.45; 12.16; Lc 24.27) no se leían en la calle como si fueran edictos.
En el Lexicon nominum Hebraicorum, atribuido a Orígenes, y luego traducido por san Jerónimo, leemos lo siguiente:
Ναζειραῖος, ἅγιος, ἢ καθαρώτατος, ἢ ἐκ κοιλίας μητρός ἀφωρισμές θεοῦ (Vat. θεῷ)
Nazireo, santo, o muy puro, o separado 9 por Dios desde el vientre de la madre.
Nazaraenus, sanctus, sive purissimus, vel ex ventre matris separatus dei.
Nazareno, santo, o purísimo, o separado por Dios desde el vientre de la madre.
Ναζωραῖος, ἅγιος καὶ καθαρός.
Nazareno, santo y puro.
Nazoraeum, mundum, sanctum, sive sejunctum.
Nazareno, puro, santo, o separado.
La misma identidad entre nazaraeus y nazaraei (ναζιραῖοι) se encuentra en Tertuliano. Dejo los términos sin traducir para evitar malentendidos:
Nazaraeus tenía que llamarse el Cristo del Creador según la profecía; de donde por él y con el mismo nombre de nazaraei nos llaman los judíos, y porque somos aquellos de los que está escrito: Los nazaraei han sido hechos más blancos que la nieve (Lm 4.7), porque es evidente que antes estaban empalidecidos por las manchas del delito y ennegrecidos por las tinieblas de la ignorancia. Pero a Cristo le competía la denominación de nazaraei a causa del escondite de su infancia, por lo que descendió a Nazaret, evitando a Arquelao, hijo de Herodes (Adversus Marcionem, 4.8).
El término nazaraei al que Tertuliano se refiere es naziraioi (ναζιραῖοι) en la Septuaginta, pero al mismo tiempo lo consideraba como un gentilicio, saltando de uno al otro, como hace el autor de Mateo, por lo que estaba mintiendo expresamente, puesto que sabía que, según la profecía, secundum prophetiam, no existía ninguna conexión real entre Nazaret y nazaraei.
Al igual que Orígenes, también Eusebio establecía un puente ficticio entre el significado profético y el toponímico:
Pero también se dice que se crió en Nazarois (Ναζάροις, ?), y a su vez que fue llamado nazōraios (ναζωραῖος). En efecto, hay que saber que el nombre hebreo naziraion (ναζιραῖον) se lee en el Levítico sobre el ungüento (χρίσματος) del ungido (χριστοῦ) por ellos, y este era el príncipe, según la imagen del grande y principal sacerdote, del Ungido (Χριστοῦ) de Dios, que representa de un modo sombrío y típico a Cristo; respecto a los cuales ciertamente se dice en los Setenta sobre el principal sacerdote: y no profanará el santificado (ἡγιασμένον) de su Dios, porque el santo óleo ungido (ἅγιον ἔλαιον χριστὸν) de su Dios (Lv 21.12); el (texto) hebreo (dice): porque nazer óleo (ναζὲρ ἔλαιον) lo rodea; y Áquila: porque separado óleo del ungüento (ἀφόρισμα ἔλαιον ἀλείμματος) de su Dios está sobre él; y Símmaco: porque intacto óleo de la unción (ἄθικτον ἔλαιον τοῦ χρίσματος) de su Dios está sobre él, y Teodoción: porque el nazer óleo ungido (ναζὲρ ἔλαιον τὸν χριστὸν) de su Dios está sobre él.
De modo que nazer (ναζὲρ) según los Setenta es santo (ἅγιον), según Áquila separado, y según Símmaco intacto, así que por esto el nombre naziraion (ναζιραῖον) significa ciertamente el santo (τὸν ἅγιον) o el separado o el intacto. Pues bien, los antiguos sacerdotes ungidos con óleo preparado, llamado por Moisés nazer (ναζὲρ), por derivación de nazer (ναζὲρ) eran llamados naziraioi (ναζιραῖοι). Y nuestro Salvador y Señor, teniendo por naturaleza lo santo (ἅγιον) y lo intacto y lo separado, y no necesitando de unción (χρίσματος) humana, igualmente recibió entre los hombres la denominación de naziraoiu (ναζιραίου); no fue naziraios (ναζιραῖος) por el óleo llamado nazer (ναζὲρ), sino siendo tal por naturaleza, y también fue llamado entre los hombres naziraios (ναζιραῖος) por Nazaret (Ναζαρέθ), donde tuvo la crianza en la niñez con los padres según la carne. Por lo cual se dice en Mateo: pero avisado en sueños, está claro que José se retiró a la región de Galilea, y viniendo se estableció en una ciudad llamada Nazará (Ναζαρά). Porque era necesario que él, siendo a causa de toda su naturaleza y en verdad naziraion (ναζιραῖον), esto es, santo (ἅγιον) e intacto y separado de los hombres, fuera nombrado con esta denominación. Pero puesto que no recibió esta denominación del nazer (ναζὲρ) óleo, no teniendo necesidad de unción (χρίσματος) humana, adquirió el nombre del lugar de Nazaret (Ναζαρὲθ).10
Más de un siglo y medio después de Tertuliano y Orígenes, san Jerónimo repetía lo mismo y sostenía a la par los dos significados, el profético y el toponímico:
Nazareus se traduce santo, y toda la Escritura recuerda que el Señor había de ser santo...,
y vino a su ciudad... (Mt 9.1), su ciudad entendemos que no es otra que Nazaret, de donde es llamado nazareus.11
San Jerónimo estaba en la inopia, pues él tenía que saber que esta ciudad, según el evangelio de Marcos (Mc 2.1), no era Nazaret.
Ahora bien, si el término nazarēnos no tenía en Marcos un significado toponímico es probable que la única vez que se menciona a Nazaret en este evangelio (ἀπὸ Ναζαρὲτ τῆς Γαλιλαίας, Mc 1.9), al principio del mismo, fuera un añadido posterior, y que no figurara en el texto primero, como lo prueba el cotejo del mismo pasaje en Mateo (ἀπὸ τῆς Γαλιλαίας, Mt 3.13), copiado de Marcos, y donde la palabra no aparece. El pasaje de Marcos es idéntico al que aparece en Mateo 21.11, y si el autor de Mateo utiliza aquí la palabra Nazaret no es lógico que la suprimera en el pasaje de 3.13, si se hallaba en el texto de Marcos, al que copiaba. También se puede confirmar que la palabra Nazaret probablemente no estaba en el texto primero de Marcos contrastando este pasaje con otro distinto de Marcos (Mc 6.1) que es copiado tanto en Mateo como en Lucas (Mt 13.54; Lc 4.16). Ni en Marcos ni en Mateo aparece la palabra Nazaret, mientras que el autor de Lucas transforma el vino a su patria de ambos (εἰς τὴν πατρίδα αὐτοῦ ) en vino a Nazaret, εἰς τὴν Ναζαρέτ / Ναζαρά). Puesto que el autor de Mateo sigue más de cerca el texto de Marcos que el autor de Lucas, como se comprueba mediante una simple lectura, esto significa que en Marcos no figuraba la palabra Nazaret, y si el autor de Mateo copiaba en este pasaje literalmente a Marcos lo más seguro es que también hubiera copiado literalmente el pasaje de 3.13, es decir, la palabra Nazaret no estaba en el texto de Marcos que el autor de Mateo manejaba. Por tanto, el autor de Marcos todavía no sabía cómo se llamaría la ciudad donde nunca vivió el Hijo de Dios.
También es posible —y esto lo digo solo como una conjetura— que el cambio de la palabra nazarēnos a nazōraios se debiera a una composición, y que esta última sea una palabra compuesta de dos palabras distintas. Las palabras del Salmo 44 (o 45), que es citado en la epístola a los Hebreos, y donde se lee aquello de te ungió Dios (ἔχρισέν σε ὁ θεὸς), debieron golpear la cabeza del evangelista en el momento en que se estaba inventado la historia del Hijo de Dios, pues los cristianos las aplicaban a este (pero al Hijo, Heb 1.8), y el evangelista, tratando de ampliar el valor profético del término, o algo por el estilo, cambió la iota de la palabra naziraios (ναζιραῖος) por la omega de la palabra ōraios (ὡραῖος), que significa hermoso, dando como resultado ναζ + ὡραῖος, naz + ōraios. De Rebeca, Raquel, Judit, José, y Adonías se dice que eran hermosos (ὡραῖος),12 y ¿quién sería en su fantasía el más hermoso de los hijos de los hombres? Hermoso (ὡραῖος) con belleza en comparación con los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre (Sal 44.2). Algo parecido debió ocurrir con las palabras de Isaías 63, que el Apocalipsis aplica directamente al Logos de Dios (Ap 19.13). ¿Quien es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿éste hermoso (ὡραῖος) en su vestido que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar (Is 63.1).
Tratando de contrarrestar el ataque de Celso, Orígenes se defendía esgrimiendo explícitamente el Salmo 44. Celso, que centra toda su crítica sobre la afirmación de los evangelios de que Jesús era el Hijo de Dios, vio claramente el absurdo de presentar a un ser divino como un hombre normal y corriente, y escribía: Puesto que había un espíritu divino en su cuerpo, era necesario que esto lo distinguiera absolutamente de los otros por la grandeza o belleza o fuerza o voz o asombro o persuasión. Porque es imposible que quien posee algo más divino que los otros no se distinga en nada de otro; pero éste en nada se distinguía de otro, sino que, según dicen, era pequeño, feo y de baja condición.13 Y a continuación Orígenes contrapone el pasaje de Isaías 53 donde se escribe sobre lo feo que fue el cuerpo de Jesús,14 profetizando que él está presente a la mayoría no en hermosa (ὡραίῳ) forma, a lo que se dice en el salmo cuarenta y cuatro: Ciñe tu espada sobre tu muslo, poderoso, con tu hermosura (ὡραιότητί) y con tu belleza.
NOTAS
1. 2Co 6.11; Gál 3.1; 1Te 1.1; 2Te 1.1; Col 4.16; Ti 1.12.
2. Mc 1.23; 14.67; 16.6; Mt 26.71, Jn 18,3-7.
3. Mt 5.35; 21.10,17; Mc 11.19; Hechos, 21.30.
4. Citando a Zacarías: he aquí un hombre cuyo nombre es Oriente (ἀνατολὴ, Zac 6.12; 3.8; Jer.23.5), Filón llama Oriente al Hijo de Dios (De confusione linguarum, 62, 63), al igual que hará más tarde, usando el mismo nombre de Zacarías, el evangelio de Lucas (Lc 1.67,78).
5. El sumo sacerdote está ungido (cristificado) por el santo óleo del cristo de Dios (el santo óleo del ungüento, τὸ ἅγιον ἔλαιον τὸ χριστὸν τοῦ θεοῦ. Éx 29.7,21; 30.30; 40.13,15; Lv 21.10,12). Todas las cosas que eran ungidas (cristificadas) eran santificadas (Lv 8.10), así como el altar que ha sido ungido (cristificado) es santísimo (ἅγιον τῶν ἁγίων, Éx 29.36,37; 40.10). Cristo era el ungüento mismo (1Jn 2.27). El ungüento santo (χρῖσμα ἅγιον, Ex 30.25) o el Cristo del Falo es el Semen, que es el Hijo. Jesús es ungido en Betania por una mujer (Mc 14.3,8. par.), lo que a nivel simbólico es la autosantificación del Semen (yo me santifico a mí mismo, Jn 17.19), y por esto este ungüento o Semen precioso (σπέρμα ἔντιμον) que contiene la vida se conecta con la muerte o la sepultura, porque el Semen, como toda simiente, para nacer tiene que morir y resucitar, enterrado en la tierra, es decir, en el útero femenino.
6. El nacimiento celestial era la eyaculación eterna del Semen del Falo cósmico. Este Semen, que es el Hijo y la luz de los hombres, nace cuando es eyaculado, pues la eyaculación es su nacimiento, y en él está la vida, y todas las cosas han nacido del Semen divino, y sin él nada ha nacido (Jn 1.3,4).
7. Orígenes, Matthäuserklärung, E. Klostermann, GCS v.12, p. 30, frag. 36.
Τοὐτο οὐχ εὑρίσκεται λεχθέν. εἰ δὲ ἴσον ἐστὶ τῷ ἡγιασμένῳ, πολλοὶ προφῆται εἰρήκασι Χριστὸν ναζωραῖον τουτέστιν ἅγιον. καὶ γὰρ τοὺς ἡγιασμένους ἔθος τῇ γραφῇ καλεῖν ναζωραίους.
Nótese que la palabra ἡγιασμένους se halla en el versículo de Jueces 13.5A de la Septuaginta, así como en Levítico 21.12, sobre el que Eusebio basa su argumentación, y también se usa en Amós 2.12 para designar a los nazareos:
καὶ ἐποτίζετε τοὺς ἡγιασμένους οἶνον.
Et propinabitis nazaræis vinum.
y disteis de beber vino a los nazareos.
8. Μετὰ δὲ τοῦτο ἑξῆς γέγραπται ὅτι πολλοὶ ἔλεγον· οὗτός ἐστιν Ἰησοῦς ὁ προφήτης ὁ ἀπὸ Ναζαρὲτ τῆς Γαλιλαίας, ὁμολογοῦντες τὸν προφητευθέντα ὅτι Ναζωραῖος κληθήσεται ὁ κυρίως τῷ θεῷ ἀεὶ ἀνακείμενος. Commentarium in Matthaeum, 16.19
9. Según Eusebio este era uno de los significados de ναζιραῖος.
10. Eusebio de Cesárea, Demonstratio evangelica, 7.2.46-51.
11. Nazareus sanctum interpretatur, sanctus autem Dominum futurum omnis scriptura commemorat.
et venit in civitatem suam... civitatem eius non aliam intelligimus quam Nazareth, unde et nazareus appellatus est.
Commentarii in evangelium Matthaei (2.23; 9.1).
12. Gén 26.7; 29.17; 39.6; Jdt 8.7, 1Re 1.6.
13. Orígenes, Contra Celso, 6.75.
Celso se atenía exclusivamente al relato de los evangelios y a lo que decían los cristianos: según dicen (ὥς φασι), y no está haciendo, ni aquí ni en ninguna parte, una declaración historicista, en el sentido de que hubiera existido realmente este hombre, como si él hubiera podido constatar la fealdad física de Jesús, algo imposible ciento cincuenta o doscientos años después de su ficticia muerte (Contra Celso fue escrito hacia el año 248); y lo que decían los cristianos sobre el cuerpo de Jesús no tenía nada que ver con la realidad, sino que se refería, como se ve por la contestación de Orígenes, a lo que ellos interpretaban como una profecía en Isaías 53, cuyo texto íntegro aplicaban a Jesús, como se comprueba por las numerosas citas del mismo en los libros del Nuevo Testamento.
14. Las mentiras de la ficción. Orígenes no interpretaba ningún pasaje de las Escrituras en relación al cuerpo, sino todo lo contrario (léase lo que decía al respecto en Alegoría y ficción), y cuando hablaba del cuerpo de Jesús no se refería a un cuerpo físico, al menos en el sentido en que lo entiende la física o la biología —pues él afirma que la figura del cuerpo no contiene la imagen de Dios, y que para la gnosis (εἰς γνῶσίν) de Dios de ningún modo necesitamos el cuerpo (Hom. in Genesim, 1.13; Contra Celso, 6.63; 7.33; 8.49). Esto le obligaba a contradecirse continuamente y afirmar, por un lado: que ni siquiera nosotros suponemos que era Dios el cuerpo entonces visible y sensible (αἰσθητὸν) de Jesús. ¿Y qué digo el cuerpo? Ni siquiera el alma (Contra Celso, 2.9). Las cosas sensibles, ninguna de las cuales es verdadera (τῶν αἰσθητῶν, ὧν οὐδέν ἐστιν ἀληθινόν, Idem, 7.31). Por tanto, el cuerpo sensible de Jesús era falso. Y por otro lado lo contrario, según le convenía a su forma irracional de pensar: pero su cuerpo mortal y el alma humana en él / afirmamos que / se transformaron en Dios al haberse unido (κεκοινωνηκότα) a la divinidad de aquel (del Logos, Idem, 3.41). Y aunque efectivamente el Logos asumió (ἀναλαβοῦσαν) alma y cuerpo humanos, esto sucedió como si no se hubiera unido (οὐ κοινωνήσαντος) a la naturaleza humana y no hubiera asumido (οὐδ᾿ ἀναλαβόντος) la carne que en los hombres desea contra el espíritu (Idem, 3.28, Gál 5.17), señal de que él percíbía claramente el vil absurdo de la encarnación, pues el Logos, permaneciendo en la esencia Logos, ciertamente nada padece de las cosas que padece el cuerpo o el alma (4.15)—, sino a un cuerpo ficticio capaz de experimentar distintas metamorfosis (μετεμορφώθη, Mc 9.2 par.): Porque, según él, existen diversas formas, como si fuera, del Logos, según aparece (φαίνεται) el Logos a cada uno de los que son llevados a la ciencia. Los cambios o metamorfosis de Jesús (μεταβολὰς ἢ μεταμορφώσεις τοῦ Ἰησοῦ), y las diversas formas de Jesús se refieren a la naturaleza del Logos divino (Contra Celso 4.16; 6.77).
Puesto que ningún hombre se puede transformar en distintas formas, Orígenes era consciente de que estaba fantaseando, pues sabía lo que lógicamente le dirá Celso: Pero el dirá que estas cosas son ficciones (πλάσματα) y que en nada se distinguen de los mitos (μύθων).
2. Mc 1.23; 14.67; 16.6; Mt 26.71, Jn 18,3-7.
3. Mt 5.35; 21.10,17; Mc 11.19; Hechos, 21.30.
4. Citando a Zacarías: he aquí un hombre cuyo nombre es Oriente (ἀνατολὴ, Zac 6.12; 3.8; Jer.23.5), Filón llama Oriente al Hijo de Dios (De confusione linguarum, 62, 63), al igual que hará más tarde, usando el mismo nombre de Zacarías, el evangelio de Lucas (Lc 1.67,78).
5. El sumo sacerdote está ungido (cristificado) por el santo óleo del cristo de Dios (el santo óleo del ungüento, τὸ ἅγιον ἔλαιον τὸ χριστὸν τοῦ θεοῦ. Éx 29.7,21; 30.30; 40.13,15; Lv 21.10,12). Todas las cosas que eran ungidas (cristificadas) eran santificadas (Lv 8.10), así como el altar que ha sido ungido (cristificado) es santísimo (ἅγιον τῶν ἁγίων, Éx 29.36,37; 40.10). Cristo era el ungüento mismo (1Jn 2.27). El ungüento santo (χρῖσμα ἅγιον, Ex 30.25) o el Cristo del Falo es el Semen, que es el Hijo. Jesús es ungido en Betania por una mujer (Mc 14.3,8. par.), lo que a nivel simbólico es la autosantificación del Semen (yo me santifico a mí mismo, Jn 17.19), y por esto este ungüento o Semen precioso (σπέρμα ἔντιμον) que contiene la vida se conecta con la muerte o la sepultura, porque el Semen, como toda simiente, para nacer tiene que morir y resucitar, enterrado en la tierra, es decir, en el útero femenino.
6. El nacimiento celestial era la eyaculación eterna del Semen del Falo cósmico. Este Semen, que es el Hijo y la luz de los hombres, nace cuando es eyaculado, pues la eyaculación es su nacimiento, y en él está la vida, y todas las cosas han nacido del Semen divino, y sin él nada ha nacido (Jn 1.3,4).
7. Orígenes, Matthäuserklärung, E. Klostermann, GCS v.12, p. 30, frag. 36.
Τοὐτο οὐχ εὑρίσκεται λεχθέν. εἰ δὲ ἴσον ἐστὶ τῷ ἡγιασμένῳ, πολλοὶ προφῆται εἰρήκασι Χριστὸν ναζωραῖον τουτέστιν ἅγιον. καὶ γὰρ τοὺς ἡγιασμένους ἔθος τῇ γραφῇ καλεῖν ναζωραίους.
Nótese que la palabra ἡγιασμένους se halla en el versículo de Jueces 13.5A de la Septuaginta, así como en Levítico 21.12, sobre el que Eusebio basa su argumentación, y también se usa en Amós 2.12 para designar a los nazareos:
καὶ ἐποτίζετε τοὺς ἡγιασμένους οἶνον.
Et propinabitis nazaræis vinum.
y disteis de beber vino a los nazareos.
8. Μετὰ δὲ τοῦτο ἑξῆς γέγραπται ὅτι πολλοὶ ἔλεγον· οὗτός ἐστιν Ἰησοῦς ὁ προφήτης ὁ ἀπὸ Ναζαρὲτ τῆς Γαλιλαίας, ὁμολογοῦντες τὸν προφητευθέντα ὅτι Ναζωραῖος κληθήσεται ὁ κυρίως τῷ θεῷ ἀεὶ ἀνακείμενος. Commentarium in Matthaeum, 16.19
9. Según Eusebio este era uno de los significados de ναζιραῖος.
10. Eusebio de Cesárea, Demonstratio evangelica, 7.2.46-51.
11. Nazareus sanctum interpretatur, sanctus autem Dominum futurum omnis scriptura commemorat.
et venit in civitatem suam... civitatem eius non aliam intelligimus quam Nazareth, unde et nazareus appellatus est.
Commentarii in evangelium Matthaei (2.23; 9.1).
12. Gén 26.7; 29.17; 39.6; Jdt 8.7, 1Re 1.6.
13. Orígenes, Contra Celso, 6.75.
Celso se atenía exclusivamente al relato de los evangelios y a lo que decían los cristianos: según dicen (ὥς φασι), y no está haciendo, ni aquí ni en ninguna parte, una declaración historicista, en el sentido de que hubiera existido realmente este hombre, como si él hubiera podido constatar la fealdad física de Jesús, algo imposible ciento cincuenta o doscientos años después de su ficticia muerte (Contra Celso fue escrito hacia el año 248); y lo que decían los cristianos sobre el cuerpo de Jesús no tenía nada que ver con la realidad, sino que se refería, como se ve por la contestación de Orígenes, a lo que ellos interpretaban como una profecía en Isaías 53, cuyo texto íntegro aplicaban a Jesús, como se comprueba por las numerosas citas del mismo en los libros del Nuevo Testamento.
14. Las mentiras de la ficción. Orígenes no interpretaba ningún pasaje de las Escrituras en relación al cuerpo, sino todo lo contrario (léase lo que decía al respecto en Alegoría y ficción), y cuando hablaba del cuerpo de Jesús no se refería a un cuerpo físico, al menos en el sentido en que lo entiende la física o la biología —pues él afirma que la figura del cuerpo no contiene la imagen de Dios, y que para la gnosis (εἰς γνῶσίν) de Dios de ningún modo necesitamos el cuerpo (Hom. in Genesim, 1.13; Contra Celso, 6.63; 7.33; 8.49). Esto le obligaba a contradecirse continuamente y afirmar, por un lado: que ni siquiera nosotros suponemos que era Dios el cuerpo entonces visible y sensible (αἰσθητὸν) de Jesús. ¿Y qué digo el cuerpo? Ni siquiera el alma (Contra Celso, 2.9). Las cosas sensibles, ninguna de las cuales es verdadera (τῶν αἰσθητῶν, ὧν οὐδέν ἐστιν ἀληθινόν, Idem, 7.31). Por tanto, el cuerpo sensible de Jesús era falso. Y por otro lado lo contrario, según le convenía a su forma irracional de pensar: pero su cuerpo mortal y el alma humana en él / afirmamos que / se transformaron en Dios al haberse unido (κεκοινωνηκότα) a la divinidad de aquel (del Logos, Idem, 3.41). Y aunque efectivamente el Logos asumió (ἀναλαβοῦσαν) alma y cuerpo humanos, esto sucedió como si no se hubiera unido (οὐ κοινωνήσαντος) a la naturaleza humana y no hubiera asumido (οὐδ᾿ ἀναλαβόντος) la carne que en los hombres desea contra el espíritu (Idem, 3.28, Gál 5.17), señal de que él percíbía claramente el vil absurdo de la encarnación, pues el Logos, permaneciendo en la esencia Logos, ciertamente nada padece de las cosas que padece el cuerpo o el alma (4.15)—, sino a un cuerpo ficticio capaz de experimentar distintas metamorfosis (μετεμορφώθη, Mc 9.2 par.): Porque, según él, existen diversas formas, como si fuera, del Logos, según aparece (φαίνεται) el Logos a cada uno de los que son llevados a la ciencia. Los cambios o metamorfosis de Jesús (μεταβολὰς ἢ μεταμορφώσεις τοῦ Ἰησοῦ), y las diversas formas de Jesús se refieren a la naturaleza del Logos divino (Contra Celso 4.16; 6.77).
Puesto que ningún hombre se puede transformar en distintas formas, Orígenes era consciente de que estaba fantaseando, pues sabía lo que lógicamente le dirá Celso: Pero el dirá que estas cosas son ficciones (πλάσματα) y que en nada se distinguen de los mitos (μύθων).
En esta entrada, uno de los dos falos esculpidos en una bloque de piedra, en Clunia, Burgos, España.
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